El turismo mariano de Medjugorje

Concentracion de gente detras de la Iglesia de Santiago

Como no sólo del pan urbano y monumental vive el hombre viajero, hoy toca alimentar nuestra dimensión mística con un destino espiritual. Claro que siempre hay quien tan rápidamente siembra dudas en nuestras almibaradas ilusiones con su seco escepticismo, ahora bien, ¿no decía aquel reverenciado padre de la Iglesia «creo porque es absurdo»? Pues empecemos por ser absurdos.

Medjugorje, literalmente «entre montañas», es una aldea de Bosnia-Herzegovina. Se halla en el sureste del país, cerca de la frontera croata (de hecho, mucha población de la zona es de ascendencia croata) y a unos veintipocos kilómetros de la pequeña ciudad de Mostar, símbolo de la guerra.

En Medjugorje, seamos sinceros, tampoco hay gran cosa que ver. El clima no es malo, el Mediterráneo está cerca y todo lo dulcifica, aunque en verano se nota la calor, pero no parece motivo suficiente para recorrer dos mil kilómetros, ni siquiera para mencionarlo en un blog como el presente.

Pero ocurre que cerca de este pueblo se representó un nuevo acto de la ya larga novela de apariciones marianas, que solamente en Europa posee un grosor que ni el Quijote. La historia tiene su necesario preámbulo: en 1933 las mujeres de la aldea construyeron una gran cruz en un monte vecino. Recordaban los 1900 años de la crucifixión de Cristo y pedían el regreso de los hombres del pueblo, quienes en gran número tenían que emigrar en busca de trabajo.

Nos sorprende, sin ánimo de acritud, esta manía que tienen algunas religiones de conmemorar la muerte, además una tan sangrienta como la de Jesús, y los hechos luctuosos en general, pero de ninguna manera haremos responsables a estas pobres mujeres de desencadenar la inminente guerra al haber despertado ociosas y potentes potencias divinas con sus plegarias.

El 24 de junio de 1981 (nótese: poco después del solsticio de verano, alrededor de la mágica noche de San Juan), entre las cinco y las seis de la tarde, en otra colina próxima a Medjugorje, una veraniega y alegre virgen se les apareció a seis muchachos, de edades comprendidas entre los diez y los dieciséis años. Ellos no sabían que era la virgen aunque suponemos que lo sospechaban, claro. Más que nada por el niño que llevaba en brazos, y por esa luz blanca tan característica de las vírgenes.

Es de resaltar la «increíble belleza» de la mujer. Desde aquel día las apariciones van a repetirse casi que todos los días hasta hoy mismo, y siempre, siempre que los testigos tenían que describir lo que veían, destacaban una y otra vez la hermosura divina de la mujer. Esta virgen tiene algo de madonna italiana, la verdad.

La antigua Yugoslavia es por tradición una región de fuertes centros religiosos. Ermitas en lugares imposibles, monasterios aislados, peregrinaciones, anacoretas. Quizá el hecho de ser punto caliente por lo que respecta a confluencia, convivencia y conflicto de diversos credos tenga un algo o un mucho que ver. Nosotros recomendamos vivamente visitar algunos de los lugares religiosos de la zona. Quién sabe, tal vez la soledad de los parajes despierte voces desconocidas en el interior del viajero. Sin embargo, una Virgen de moda no parece la mejor opción, por las aglomeraciones que implica.

Desgraciadamente, en esta bonita historia de Medjugorje hay relatos paralelos que nada ayudan al triunfo de la fe. Como el del guía espiritual de los menores Tomislav Vlasic (y para qué necesitarían una ayuda espiritual quienes podían contemplar y charlar con la virgen tranquilamente, y no el propio sacerdote que nada veía) recientemente bajo sospecha según criterio del propio Vaticano. Pero nos callaremos aquí sus «pecados» que, como es bien sabido, suficientes inquisidores tiene ya la Iglesia.

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Categorias: Bosnia Herzegovina



Comentarios (1)

  1. andrea dice:

    Souto: desgraciadamente la Virgen elige gente sencilla y pura de corazon para manifestarse, por eso nosotros los comunes no lo podriamos nunca vivir, menos entender. Es simplemente FE la que mueve a la gente a creer a ciegas.