Entre Alemania y Polonia: Pomerania
En el noroeste de Alemania se halla el land de Mecklenburgo-Pomerania Occidental, bañado por el Báltico y fronterizo con la Pomerania de Polonia. Presume de ser una magnífica zona de lagos, un hermoso paisaje con extensos campos rodeados por grandes extensiones de bosques.
Si la naturaleza se extiende libremente por la superficie de la Pomerania alemana, sus ciudades son un primor, herederas de las buenas maneras hanseáticas. Schwerin es la capital del land o estado federal. Allí se encuentra, sobre la isla del gran lado de la ciudad, en el fabuloso castillo-palacio que perteneció a los duques de Mecklenburgo, la digna sede del parlamento regional.
Wismar, Rostock, Stralsund y Greifswald son las urbes del ladrillo rojo, llenas de vestigios que nos hablan de la importancia económica de estas ciudades hace siglos a través de la conexión con las vías comerciales del Báltico.
Por ceñirnos a dos de ellas, Wismar y Stralsund nos traen a la memoria la época del mayor empuje de la Hansa a finales de la Edad Media. Ambas pertenecen a la categoría de ciudades pasmosas, reconocidas por la Unesco con el galardón de Patrimonio de la Humanidad.
Este estado alemán, cuya densidad de población es relativamente escasa, se caracteriza por la presencia del mar y la naturaleza, con varios parques naturales y con un número importante de balnearios.
Los avatares de la historia y la política han querido la región histórica de Pomeriana quede hoy en su mayor parte bajo bandera polaca.
Entre ambas zonas hay una continuidad evidente y natural(construcciones góticas en ladrillo, paisajes grises del báltico, aguas o lagos interiores…), más fácil de percibir desde la entrada polaca en la UE.
De la Pomerania oriental ya os hemos hablado en alguna otra ocasión, en una ruta que nos llevó tras las huellas de la Orden Teutónica. Danzig, es decir la actual Gdansk, es uno de los destinos urbanos preferidos. Situada en un golfo o bahía, es una urbe maravillosa. Su casco histórico está lleno de casas y edificios antiguos que resultan fascinantes.
Entre todos ellos destaca su afamada iglesia-catedral. Por supuesto, en ladrillo. Los mismos materiales servían en Pomerania para edificar obras civiles, religiosas que militares (muchas de ellas, claro, están restauradas…no olvidemos que nos encontramos en uno de los escenarios más calientes de la Segunda Guerra Mundial). Así, el insigne castillo de Malbork, imponente mole que refulge con un brillo pálido de cinabrio en el desierto.
Y cierto: la excursión por los contornos del Báltico, desde los landers alemanes hasta el territorio polaco, acaso deba finalizarse avanzando un poco más hacia el este, por mucho que nos salgamos entonces de Pomerania y penetremos en Masuria, la región colindante dentro de Polonia, y en donde el rojo ceniza del ladrillo dará paso a un azul suave y líquido. No en vano, entramos en la tierra de los mil lagos.

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