De Interrail por Europa del Este

Interrail

¿Quién no escribió un poema huyendo de la soledad, quién a los 15 años no dejó su cuerpo abrazar y quién, cuando la vida se apaga y las manos tiemblan ya, quién no buscó ese recuerdo de… un vagón balancear?

Lo decía bien y lo cantaba mejor Mari Trini. Aunque ella no se refería a un tren, sino a una barca, a la barca que dulcemente naufragaba en la zozobra del amor. Pero vale lo mismo. Porque hoy hablamos de ese billete mítico gracias al cual tantos jóvenes conocieron no menos amores que los loados por Mari Trini: el Interrail.

Ah, cómo se llena de un golpe el librillo siempre frágil de la memoria. ¿Quién no hizo el Interrail a los 18? En una época en la que el avión se trivializa hay que recuperar el tren. El tren como espacio para la reflexión solitaria, para la aventura azorosa, para la serenidad existencial, para la contemplación insaciable de los paisajes, para el furtivo cruce de miradas. Qué sé yo para cuántas cosas más.

Apenas cabe explicar qué es el Interrail. Todos nuestros lectores lo conocen. Un pase que, en diferentes modalidades, ofrece la posibilidad de subirse a cualquier tren (a veces pagando pequeñas tasas) y recorrer Europa a gusto del viajero, que es quien decide su propio itinerario.

Aunque a decir verdad el Interrail de hoy se diferencia bastante del de toda la vida. En efecto, en 2007 sufrió una gran transformación. El célebre billete por zonas geográficas ha dado pasos a los pases flexibles, ya globales o locales. Remitimos a la página oficial de Interrail para que os informéis.

Pues ya es hora de hacer honor a este blog y concretar el tema de hoy en nuestro permanente telón de fondo, que no es otro que el de Europa del Este. Primero debemos especificar nuestra estrategia (¿un avance lineal o en zigzag?) y, sobre todo, nuestro punto de entrada. Éste podría corresponder perfectamente a Venecia, encrucijada de caminos desde cuya estación se domina Europa.

Un paso lógico sería Venecia-Ljubljana, tramo que permite la contemplación del verde y hermoso paisaje esloveno. En Ljubljana podemos optar por una ruta al norte o una con cierta curvatura, por ejemplo la que completa el viaje hasta Zagreb. Acaso esta opción parezca más natural.

Desde Zagreb partimos dirección Belgrado. Hay que echarle un poco de paciencia, eso sí. El trayecto Ljubljana-Belgrado (y viceversa) se hace de modo rápido en autobús (no más de cinco horas en enlace directo…e incluso el paisaje es más variado). En cambio, el tren parece que no llega nunca. Sobre todo en Serbia, se convierte en un tranvía.

Aunque, ¿qué prisa tenemos? En conjunto, viajar desde Venecia o desde cualquier ciudad italiana hasta Belgrado permite reflexiones muy interesantes al compás de lo que vamos viendo por la ventanilla. Por ejemplo, como poco a poco el perfil lejano de campanarios e iglesias ve transformarse sus formas en un proceso de ‘ortodoxización’ (perdonad el palabro) de la arquitectura, suave pero constante.

Desde la capital serbia parece obligado subir hasta Budapest, en otro viaje un poco pesado. Antes de salir de Serbia, será menester detenerse en la coqueta y vital Novi-Sad. Luego ya decididamente penetramos en Hungría. Tal vez notemos que el mismo tren, al cruzar la frontera, decide aumentar ligeramente su velocidad, lo que resulta un tanto sorprendente.

Ah Budapest…pero todo dependerá del presupuesto. A lo peor tenemos que despedirnos de la París del Este demasiado pronto. Nuestro destino sería entonces la dulce Bratislava, capital de Eslovaquia. Será difícil resistir la tentación de visitar Viena, desde se cierra el círculo bajando de nuevo hasta Venecia.

Foto vía: rumania.pordescubrir

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Categorias: Rutas turísticas



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