Las Solovkí, el paraíso infernal
En el norte de Rusia, cerca del Círculo Polar Ártico y bañadas por el mar Blanco: allí se encuentran las islas Solovetsky. Las Solovkí, apócope (nombre abreviado) de Solovetsky, se parecen a la mitológica Ítaca: su visita transforma a las personas. Como aconsejaba Kavafis a los nuevos Ulises, la experiencia del viaje es lo importante.
Sin embargo, las islas Solovetsky nos remiten también, de modo ineluctable, al Archipiélago Gulag de Alexander Solzhenitsyn. Por lo tanto, a la condición carnívora del stalinismo. Sin duda tenía razón Pilar Bonet cuando dijo que en las Solovkí «había lugar para el paraíso y para el infierno».
Las islas se encuentran en el golfo de Onega, 1500 kilómetros por encima de Moscú. Parece una barbaridad. Los rusos, sin embargo, dicen que esa distancia no es una gran distancia. Viendo un mapa de Rusia no es de extrañar. Aunque en las islas hay un aeropuerto, el viajero intrépido tal vez prefiera hacer en tren el trayecto Moscú-Kem. Kem, un pueblo, es uno de los puertos principales desde donde coger el barco hacia las Solovkí.
Podríamos estirar todavía un poco más la comparación con Ítaca diciendo que las islas Solovetsky también son tierras tranquilas y alejadas de los grandes centros urbanos. Ítaca era un pequeño reino rural en medio de poderosas monarquías helenas, las Solovkí son un pequeño tesoro lleno de espiritualidad cuyo Kremlin y conjunto monástico ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad.
Apenas llegan a mil las personas que viven en las Solovkí. En conjunto son seis islas grandes y un numero considerable de islotes. Sin embargo, el turismo se hace notar cada vez con más fuerza en esta lejana parte del globo aparentemente dejada de la mano de Dios. Grande, en efecto, debía de ser la fe de los monjes que llegaron en el XV a región tan inhóspita. En poco tiempo, se levantó un monasterio de creciente poder no solo religioso.
De hecho el comercio creció al amparo de las actividades monásticas. Las islas se dotaron incluso con una flota propia. Se hicieron carreteras y canales que conectaron los hermosos lagos de las Solovkí, otro de sus tesoros naturales. Eso hasta que ya en el siglo XVIII el monasterio se convirtió prácticamente en importante plaza militar.
Mucho más tarde, con la Revolución, el monasterio se clausuró. Por poco tiempo, sin embargo. En 1922, aún de forma un tanto prematura, se transformó en la primera prisión soviética, esto es, en el primer gulag.
Pero afortunadamente ese tiempo sombrío pasó, al menos por lo que respecta a las islas Solovetsky (que pequeños gulags siguen existiendo, en fantasmales prisiones flotantes, en tantos y tantos guantánamos…y el estado que esté libre de pecado que hipócritamente arroje la primera piedra). Hoy son un destino turístico realmente muy recomendable para disfrutar de su naturaleza y admirar sus paisajes.
Foto vía: familiaperosio
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